La culpa fue de Leopoldo y de mi madre. El primero dropeó el título con delicuescencia mientras apuraba una cervecita en la plaza, y la segunda me lo regaló en mi cumpleaños. El mar, de John Banville, Anagrama 2006.
Un hombre viejo y culto, ilustrado en Bonard y en el Libro de los Muertos, aprovecha el regreso al territorio de su infancia para contarnos su desaprovechada vida, al ritmo terrible de la agonía de su mujer. La historia cuenta con personajes secos hasta el hueso y empalagosa carga simbólica, como esos ponzoñosos gemelos fundidos en una amalgama de fogosidad, despecho y oligofrenia, como una quimera maléfica (y hasta mefítica). O como la hija comodín, desolado contrapunto de la insania y desnortamiento del obcecado y taciturno cazador de ni él mismo sabe qué momentos y territorios. Otros secundarios extravagantes pueblan (pero no mejoran) el elenco: un atildado y receloso coronel pensionista, una microcéfala propietaria, el doctor muerte (¿alguno no lo es?), una andrajosa vaquera, la hija del gangster, etc. Testigo directo de todo lo narrado, el protagonista desgrana sus sensaciones y estrategias juveniles al despertar del deseo sexual. Como buen sajón, el autor-narrador sazona evocaciones y reflexiones con pildoritas digestivas de almanaque médico. Desconoce las razones del retorno, ni el para qué. Tal vez para lavar culpas, pero ¿por qué elegir ser culpable, después de todo? Tal vez para acometer un suicidio que es ordalía, finalmente impedida por el veleidoso Moloch, tan glotón como dispépsico. Quizás solo para amadrigarse en los recuerdos; esos que destruyen a la vez que vivifican. O porque todo importa ya una mierda, tal vez, y la infancia es el territorio en el que nunca se encuentra lo que se busca.
Muchos cabos sueltos que el lector no tratará de anudar; en el fondo le da igual. El lector espera algunas sorpresas más de las que al final se le ofrecen: una identidad literaria y cuidadosamente oculta y una liasson equivoca.
Un ritmo alginoso, plúmbeo, pegajoso como el verano irlandés, tan lejano del de esterillas y chiringuitos con que martillea nuestra (tan nuestra) salobre raigambre. Un verano negro como la pantera de Leopoldo en torre Martello, con dunas y golfistas, y un mar de remansos y cavernas, oscuridad verdosa de restos semisumergidos en Scapa Flow. Presagios de tormenta que nunca estalla. Y al final (el mejor final), el inaparente tsunami que nos desplaza pocos centímetros sin cambiar nuestra apariencia, aun y cuando entonces la congestión sea ya plétora, la respiración se haga boqueante y la sangre lenta, cárdena,, con el nos aturda el pensamiento.
Una mirada al resbalar de la vida con indiferente perplejidad, sin mohines ni delirios. La muerte fría y lejana, sin restos ni descomposición, como un estilete de disección. ¿Para diseccionar al lector? Un estilo de sutilezas escarchadas, un tanto fulero, un juego de muñecas rusas deformes. Y, sin embargo, resulta difícil abandonarlo, yo no pude. Te da la mano y aprieta y te clava las uñas. Lo mejor de todo en la vida es que lo peor de todo está ahí y puede contarse. O ser pintado, como el imborrable retrato de Bonard, viejo, despeluchado, ante el espejo de su cuarto de baño, entre el cortauñas y el cepillo de dientes, con el último objeto de mirarse, ¿de mirarnos? (Galería Pompidou, Paris). Yo tengo una postal en la mesilla de noche, entre el despertador y el vaso de agua.
A quién a estas alturas y después de todo no tenga curiosidad por leer El mar de Banville, que le den. De quién lo haya leído o pretenda hacerlo, espero el azoar de sus digestiones.
Fuegofatuo
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] Ќ [ - tres
a partir del 11 de septiembre de 2007:1. [Isabel Rodríguez Nevado]
2. [L Malacara]
3. [JL Muñoz]
a que puede entregarse el hombre inteligente"
[B. P. Galdós], "La Familia de León Roch"
15 comentarios:
Aún no digerido, parcialmente engullido, me da la impresión de un protagonista desubicado y desorientado, buscando un sitio tangible plagado de recuerdos de la infancia donde no puedan entrometerse los de la enfermedad de ella (Los Cedros), aunque de hecho, sí actúan como elementos intrusivos con los que a veces se establecen ciertos paralelismos anímicos; lugar de recogimiento donde pasar sus momentos de duelo. Las descripcines de actitudes y comportamientos de los personajes me parecen incisivas y precisas; las de algunos lugares de la infancia, con ese toque apolillado y descascarillado de lo que en su día fuera elegante...
En cuanto al tema de la muerte, creo verlo por ahora acompañado por elementos de dolor y de pérdida, no de disecciones y bisturíes. Una mirada más humana, menos fría. Quizás de esa sensación de frialdad por el modo en el que describe ciertos momentos de la enfermedad de ella, tal y como describiría una tetera hirviendo aposentada en el fogón de la cocina... Quizás sea su forma de desnudar los hechos, de no adornarlos innecesariamente, lo que hace que al lector le den esas breves sacudidas emocionales, para querer hacerlo más consciente de lo que está pasando. Parece más bien un efecto buscado de forma deliberada.
Yo no he leido El Mar de Banville, (y espero que no me den, a estas alturas), pero sí leí en cambio su particular biografía de Copérnico. Mi juicio: pretenciosa, falaz y pseudohagiográfica. Pero lo peor: aburridísima.
Banville es sin duda uno de esos grandes escritores a los que mientras lees reconoces su altura y dimensión, pero que te vencen. Elegante, incómodo, frio, inquietante (como el retrato de Bonnard). En algún momento me echó del su novela y aun sigo fuera...
Leí 'EL libro de las pruebas' del mismo autor y me pareció una historia turbadora pero siempre al servicio de una prosa barroca y deslumbrante. Su vocación es claramente estilística. Intuyo que 'El MAr' no me gustaría tanto.
Salve.
Descubriendo nuevas claves...
infancia y enfermedad, despertar sexual y muerte, creación y negación de la vida.
A mí por ahora Banville no me echa de su lado, me acerca más que me aleja.
Cierto que el lenguaje se hace denso, pero es increiblemente preciso y concreto. La expresión lingüística va alcanzando sus cotas máximas.
Y en mi caso, la culpa fue de aquellos cinco días que pasé al borde de los acantilados irlandeses.
Keep reading, kindy Kane. Do not already stop travelling beyond. Death is likely waiting in any corner oversea.
I guess there is nothing to do with JL Muñoz, Badface and Glanton. Every effort to encourage them would be useless. Would it?May it be worthy try it harder?
Señor/a fuego irlandés:
Posiblemente esté todo perdido y toda lucha sea inútil. Pero así, en general. No sólo con los que hemos mantenido una opinión distinta sobre Banville. Con todos.
Pero a lo que vamos, no por mucho madrugar amanece más temprano. Digo que expresiones como "there is nothing to do with" son profecías autocumplidas: ante el dogma, dogma doble. Que hay que gustar de Banville por decreto, pues me gusta menos. (Véase el peligro de los absolutimos una entrada más arriba)
A mi me parece muy bien que te guste el autor. Keep on it. Pero no me pidas que no de mi opinión, ni que ésta sea la tuya. O al menos, argumentame en qué me equivoco con Banville.
Y tras estos sentimientos desatados, vuelvo al tema. A mí ni me gusta Banville ni me deja de gustar. Sólo he leído Copérnico y esa novela me pareció aburrida y pretenciosa. Sólo eso. Dadme argumentos que hagan que lea otra cosa de este hombre y pueda cambiar mi opinión.
Saludos.
JL, la primera novela que leo de Banville es ésta y me está encantando. Admiro su habilidad para modelar el lenguaje, para amoldarlo tanto a personajes como a escenarios según sea la circunstancia o el momento, para esculpir palabras tal y como le viene en gana.
Quieres argumentos y no sé qué decirte. Quizás que cuando nos referimos a un autor y a toda su trayectoria literaria, una novela es simplemente una batalla, el resto de su obra va conformando la guerra. Puede que Copérnico no te haya gustado, puede que El Mar sin embargo te quede encandilado. Si no le das una oportunidad nunca podrás saberlo.
Creo que te revelas innecesariamente contra algo que nadie te está imponiendo; detecto cierta hostilidad hacia los autores que son considerados grandes escritores, como si ese simple hecho fuera decisivo, determinante o incluso intimidatorio, a la hora de tener que emitir algún juicio u opinión.
No es así. Hay escritores de reconocido prestigio que han firmado novelas infumables, desde mi punto de vista. Para mí, el Ulises de Joyce, es un claro ejemplo. Y no me da reparos decirlo, ni me siento coaccionada a tener que emitir algún juicio favorable simplemente porque se trate de Joyce, (oh, dios mío, sacrilegio).
No está todo hecho, ni dicho, ni perdido. Aun quedan muchas cosas por hacer (ahora pienso en la entrada asiática).
Pero qué os pasa, chicos? Qué quereis, que nuestros hijos hereden un campo yermo, muerto, estéril, sembrado de escepticismo?
Gracias por los ánimos, dear irish fire, I´ll try it harder.
Querida Kane, dices "detecto cierta hostilidad hacia los autores que son considerados grandes escritores, como si ese simple hecho fuera decisivo, determinante o incluso intimidatorio, a la hora de tener que emitir algún juicio u opinión."
Me gustaría matizar este aspecto. No tengo ninguna hostilidad contra ningún escritor. Lo que si manifiesto es estar en contra de toda opinión porque sí, basada en criterios que me cuesta aceptar como "es un escritor muy considerado", "la mayoría de buenos críticos piensa", etc. Yo abogo por una crítica más krïtika, más cercana a la experiencia, basada en las muchas lecturas que todos hacemos, y no tanto en las "corrientes de opninión" que son volubles por definición, porque son corrientes. Quiero resaltar de nuevo, que no estoy diciendo que el Mar sea a o b o c, ni Banville 1, 2 , o 3, sólo que he léido Copérnico y no me ha gustado. Sólo eso, de verdad. No he leído nada más de este señor, mi opinión ha de estar inscrita en este marco. Lo demás es atrevimiento.
Ahora, como todo esto es una cadena, el leer Copérnico no me hace querer leer el Mar ni ninguna otra cosa de Banville. Puede ser una mala elección de la primera novela, o cosas del azar. Pero nunca un no porque sí.
Respecto a que hay autores "de reconocido prestigio que han firmado novelas infumables", estoy completamente de acuerdo. Y no niego (no puedo hacerlo) que Banville sea uno de ellos. Sobre Ulises no digo nada, que no lo he leido. (Sin embargo, Dublineses es una obra maestra, desde mi punto de vista)
Un beso. ( Y ánimo para ese proyecto de octubre que se convertirá en realidad, ya lo verás)
Querido JL.
Lo que me traigo ente manos sí que tiene densidad y espesor propio y no aquello del nombre, je je...
En cualquier caso, es todo un placer dejarse caer por aquí y poder expresar, debatir y compartir ideas y pensamientos.
Gracias por el apoyo y un beso.
No tengo motivos para sorprenderme. Ni a mí me resulta fácil entender cómo una obra que no me ha gustado es a mi juicio interesante de leer. Si alguien deduce de mi crónica que me parece recomendable, le ruego la lea de nuevo.
Realmente no hago ninguna recomendación. Me interesa sobre todo la experiencia de su lectura. Y eso inevitablemente me lleva a invitar a su lectura.
Me interesa saber el sabor de vuestras lecturas de otras obras del autor, desde luego: una mala experiencia disuade, claro. Pero quería conocer sobre todo vuestro interés por ésta novela que, por lo demás, ha sido muy recomendada por crítica y público en Reino Unido.
Soy el dogmátcio y el absolutismo más grande jamás contado/leído. Mis argumentos no tienen peso. Pero os dejo mi principal inquietud: ¿Qué nos interesa de las lecturas que nos resultan desagradables o simplemente no nos gustan? ¿Qué nos interesa de lo que no nos gusta?
(¿Por qué me pongo nervioso cuando se me cae la postal y no la encuentro?)
Estoy de acuerdo con Fuego Fatuo, Plinio y Cervantes cuando dicen, con unas u otras palabras "o hay libro que por malo no contenga algo bueno".
El problema que tengo yo es el tiempo: me veo incapaz en los años de los que dispongo de leer todos los libros que me gustan. Me cuesta ¿perder? el tiempo en los que no me gustan.
La clave quizá esté aquí: una lectura no es una isla. A todo libro nos ha hecho llegar el conjunto de lecturas anteriores. Y algunos libros tienen la facultad de catapultarnos hacia delante, abriendo caminos que nos lleven a otras muchas lecturas, consiguiendo llenar (o aun colapsar) la lista de libros "futuribles".
Y eso no me pasó con Banville. Y no tiene la culpa nadie, ni Banville, más que yo y mi bagaje literario, mis intereses personales actuales y la más poderosa de las fuerzas naturales: el azar.
Un abrazo.
Buenas lecturas para todos.
Nota:
Quise decir "no hay libro que por malo no contenga algo bueno"
¿Qué nos interesa de lo que NO nos gusta?
Me atrevo a dialogar con mi propia hipótesis en este interrogante.
Quizás la clave sea el enfrentamiento interés-gusto. Voluntad-disciplina-reto frente a la emoción-excitabilidad que emerge de la lectura.
Hay fuerzas dispares que me colocan frente a un libro elegido: el interés de carácter intelectual-filosófico, la conexión con el momento vital y disposición emocional, el pertenecer a una lista íntima e inabarcable de clásicos, el roce con las solapas de esa editorial que uno manosea una vez y otra porque su tacto hipnotiza -fetichismo inducido-, la sugerencia de un personaje "atractivo" o una impulsiva búsqueda de desconexión.
La persistencia en la lectura ahonda la individualidad de cada lector. En mi caso, destaco un componente: excitación-sorpresa tanto en estilo como en historia -dominio variable según el libro-.
La crítica y referencias a El Mar de Banville me han producido cierta condensación neuronal. La excitación ligada a la expectación se ha quedado rígida.
Curiosamente, mis debilidades de carácter romántico se han sentido más atraídas con la historia de esa postal que desaparece de la mesilla.
Verra la morte
e avvra i tuoi occhi
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