4 de septiembre de 2007

La última película sobre un asesino en serie

MEDIANOCHE DEL 4 DE JULIO. VALLEJO, CALIFORNIA.

Hay un coche en un paraje solitario con las luces apagadas y dos personas dentro. Es uno de esos lugares a las afueras de la ciudades americanas donde acuden parejas de jóvenes en busca de intimidad, normalmente en las faldas de una colina, con una bella vista y al que se llega a través de una carretera sinuosa. La cámara desciende con suavidad hasta situarse justo enfrente del auto, de tal manera que vemos a los dos protagonistas en un plano medio y la inquietante carretera que pasa un par de metros por detrás. Se acerca una camioneta con una pandilla de adolescentes gritones. Alaridos, ruido de botellas contra el suelo. La luz de los faros traspasa los cristales y perfila las siluetas de los chicos dentro del coche. Tres minutos de película y parece como si los conociéramos de toda la vida. La camioneta se aleja. Transcurren unos segundos hasta que se acerca un nuevo coche. Pasa de largo, lentamente, pero luego retrocede, marcha atrás. Gira hasta que sus faros se pegan a la parte trasera de nuestro vehículo. Alguien se baja y alumbra con una linterna. Esto tiene muy pero que muy mala pinta. Venga, salid de ahí, chicos, ahora, corred. Pero ellos no reaccionan, los muy estúpidos, se ponen a discutir tontamente. Ahora los vemos desde el asiento trasero, como desnudos en mitad de la potente luz, a punto de ser engullidos como dos animalitos indefensos. Lanzan miradas recelosas a su espalda y no acaban de poner en marcha el maldito motor. El desconocido se aproxima. Pisadas. El chico dice algo justo antes de que suene el primer disparo. Es un sonido seco, brutal, ensordecedor, acompañado de un eco metálico y un fulgurante relámpago que rebosa por los límites de la pantalla. He notado una sacudida en la butaca contigua. Yo he debido hacer lo mismo. Mi mente produce un balbuceo de preguntas. El asesino vacía el cargador sobre los dos cuerpos con cierta tranquilidad. Luego se va.

Puede que destilase demasiada sensibilidad ese día, pero me cuesta recordar una conmoción parecida frente a una pantalla de cine. Cierto es que al entrar a la sala tenía bien presente que todo lo que estaba a punto de ver sucedió realmente y que el que me lo iba a contar era David Fincher (Seven, The game, El club de la lucha). En ningún momento durante la proyección y después de ella dejó de rondarme por la cabeza la idea de que ese ogro sin rostro y sediento de sangre efectivamente existiera, que se paseara entre los vivos y arrebatase la vida a personas de una manera tan impune sin ser nunca identificado. A pesar de que la mayoría de los indicios apuntaban hacia un sospechoso principal, éste no pudo ser incriminado por falta de pruebas.

Los sucesos del lago Berryessa, en el condado de Napa, un mes más tarde, están narrados con una crudeza que me obligó a desviar la vista. De nuevo una pareja de chicos jóvenes. Ahora, el asesino, que ya se ha identificado a sí mismo con el nombre de Zodiac, lleva una burda capucha negra y un peto del mismo color con un anagrama en el centro. Pero dejémoslo ahí, avanzando hacia sus víctimas.

La película (Zodiac), que cuenta la serie de asesinatos perpetrados en San Francisco a finales de los 60 por un sujeto al que nunca se capturó, es una narración obsesiva, perturbadora, enmarañada, claustrofóbica. Más allá de convenciones o fórmulas ad hoc de charcutería hollywodiense, el director nos ofrece una obra de terror puro, un espectáculo de cine arriesgado y personal de más de dos horas y media de metraje. Al fin y al cabo, Fincher no hace otra cosa que buscar respuestas, desempolvar miedos invocando al viejo fantasma que aterrorizó sus noches infantiles. La ciudad de San Francisco surge gótica y sombría, irreconocible; sin Golden Gate ni calles empinadas ni verano del amor ni siquiera ese siempre socorrido plano sobre la bahía. La iluminación es fría, funcional, desapacible. Los personajes principales deambulan desorientados y solitarios bajo los fluorescentes de redacciones de periódicos, en burocráticas comisarías de policía o modestos apartamentos. Son gente con problemas que batalla en medio de un laberinto de pistas y códigos cifrados que envía un psicópata terrorífico que mata sin razón aparente. Robert Graysmith, dibujante del San Francisco Chronicle, con tres hijos a su cargo, está a punto de separarse de su mujer; Paul Avery, reportero estrella del mismo diario, es un periodista brillante al cual acaban desbordando sus adicciones; Dave Toschi, detective que puso de moda la gabardina a lo Colombo y sirvió de modelo para los personajes de Harry ‘el sucio’ o Bullit, se ve finalmente superado por un caso del que no ha podido atar un solo cabo en varios años de investigación. Hoy día, anciano, trabaja como detective privado. Perdedores.

Para comprobar el rigor con que están expuestos los hechos sólo hay que echar una ojeada a cualquier página de internet relacionada con el caso -documentación oficial, fotografías o reproducciones de las cartas y mensajes cifrados que Zodiac remitió a los periódicos-. O bien leerse el libro que escribió el propio Graysmith (Zodiac, Alba editorial, 2007), y del cual Fincher saca la mayor parte del material narrativo. Por otro lado, la dirección artística -decorados, peluquería, vestuario- es puntillosa hasta el extremo de que ciertos personajes llevan la misma ropa que su contrapunto en la vida real, valiéndose, por ejemplo, de fotos policiales para copiar exactamente las prendas de algunas de las víctimas; incluso los escenarios se corresponden con los lugares históricos donde se produjeron los asesinatos. Graysmith, refiriéndose a este aspecto de la película, dice: “La vieja sala de redacción del Chronicle ocupaba la longitud de toda una manzana. Todo era auténtico: los apliques, las viejas máquinas de escribir, los ascensores y los puestos de tubos pasa el correo neumático, todo funcionaba (en la película), hasta en los cajones de los escritorios había blocs de notas del Chronicle y lapiceros eagle…”. Alucinante.

Fincher explica que no quería hacer otra película más sobre un asesino en serie, quería hacer la última película sobre un asesino en serie. Quien no la haya visto que acuda rápidamente al cine más próximo y se deje impresionar por esta obra maestra rara, turbia y sin desenlace.

CésarV

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Magnífica aproximación a una película. Se hacen evidentes las trazas de buen escritor detrás de la crítica.
Voy a echar de comer a la mula.

Saludos

Anónimo dijo...

No sé si veré la película. Pero lo que cuentas sobre ella ha valido mucho la pena. Mágnífica entrada César. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Zodiak me parece una película fascinante, como a Cesar V (quinto?, victorioso?).
Vallejo, Califormia, medianoche, los faros del Cadillac, la música de pickup. Amantes de Capote, Ellroy, Conelly, el más amargo Chandler. Amantes todos del hard boiled de Poddle Springs. Esta es vuestra película.
Un inicio no por tópico menos morboso: una cadena de crímenes sádicos, gratuitos. Pánico y desconcierto. Y poco a poco una evidencia, dos, algún anzuelo, el cerco se estrecha. No se cierra. Pánico y zozobra. El criminal juega un poco. Tal vez los criminales. Vanidades heridas. Nada que hacer. Esto se acaba. Hasta aquí todo bien, muy establishment.
Pero luego la película se desboca. Una investigación teoricamente amateur resulta ser de alto caché, hasta con un detective enfermo de obsesión y una familia destrozada. Suena, suena. Un ritmo fenético, retroprogresivo, desazonante, que aturde. No puede durar, piensa uno. Juego del desconcierto. Así casi la mitad del metraje. Uno sale exhausto. Por lo que ha visto, lo que cree que ha visto, lo que se ha perdido. Yo perdí el cabo de la madeja en varios momentos, pero no cejé.
Y ahora el detalle que nos revela César V: las localizaciones, el vestuario, hasta los lápices, no son una réplica, sino los auténticos. ¿Se trata de una nueva prueba pericial, una reconstrucción? O ¿hay realmente algo que exorcizar en las pantallas de cine norteamericanas, y en su sociedad? El asesino se escapa. Tal vez los asesinos.
Una pelicula extraña, de esas que no hay que perderse. Llévense a su pareja y fotocopia de este texto de Cesar V a modo de guía de la pelicula. Lo agradecerán.

Anónimo dijo...

He visto la pelicula y me ha parecido maginifica en su relato,fascinante en el tema,autentica,y excitante en su investigación.-
Creo que el escrito critico de Cesar no es tal,es un magnifico complemento de la pelicula.-Nos ayuda a comprender la ambientacion,la atmosfera sofocante,y esa solucion al alcance de la mano,que al final se abre sin solucion.-
Intentare verla de nuevo.

El tumbao

Anónimo dijo...

Anoche vi la película. Me atrapó, a pesar de no estar ante la gran pantalla. Imagino las sensaciones si hubiera estado en una sala de cine, lástima.
Rodaje limpio, certero. Fuera histrionismos: personajes al servicio de los hechos.
Tomas cenitales siguiendo el taxi, descendiendo por la calle hasta alcanzar la distancia precisa para que se tensen los músculos con la detonación y el depredador siga siendo una sombra temible.

Resonancias de Ellroy: recuerdo el inicio de la Dalia Negra y la relación obsesiva, enfermiza, de algún detective con el caso. Qué buenos momentos.

Una nota para la música: deslizamiento estupendo sin resultar dominante. Las notas iniciales de Santana y el reconocimiento de la voz sinuosa de Isaac Hayes no estuvo nada mal. Música de una época estupenda.

No he leído tu entrada hasta este momento. Su lectura, ahora, ha puesto un eco literario al buen rato de anoche.

Anónimo dijo...

Muy buena crítica de nuestro librero favorito, lástima que no pueda estar de acuerdo con su elogio de Zodiac. Tuve ocasión de verla en su estreno y, si bien no puede negarse la impecable factura técnica y la resolutiva caracterización de personajes, no creo que sea otra cosa que "una película más sobre un asesino en serie". Tal vez pretenda ser "la última" porque narra hechos reales al detalle, de manera concienzuda, como si quisiera poner punto y final al subgénero, diciéndonos que no se puede llegar más lejos (en esto ayuda bastante la imposibilidad de encontrar al asesino). Pero, ¿realmente aporta algo nuevo al cine, no hemos visto ya antes escenas similares, recurrentes crímenes y malcarados sospechosos (dicho sea sin segundas) y fanáticos periodistas y detectives en apuros?

Aquel día al salir del cine me quedé tal y como había entrado, pero celebro que otros pudieran disfrutar tanto de la misma película.

Anónimo dijo...

Para malcarados los papeles sicilianos que se gasta Lei ultimamente, signore Lo Verso.El último en una empresa legal de cazatesoros radicada en Gibraltar. Sensacional.

Anónimo dijo...

Amigo Lo Verso, creo que debería usted ver de nuevo la película. Cuando lo haga, relájese, deje que sea su espina dorsal la que domine (Nabokov dixit) y olvídese de las películas de asesinos en serie.

Anónimo dijo...

Nada nuevo en la pantalla sobre asesinos en serie, cierto, pero quizás si en el tratamiento elegante, preciso y frío de la narración (que a mi ya me parece mucho, dado el histrionismo habitual del cine comercial, vease la jungla 4.0 et al). Tampoco deja de ser interesante una historia que no se cierra, que se prolonga esteril en el tiempo, con un culpable en la punta de los dedos al que no se puede finalmente cazar.
Dentro del habitual panorama, todo un hallazgo que agradezco a CV.

Y una pregunta: por qué demonios está fascinacion por los serial killers??

Saludos