10 de septiembre de 2007

LA NARIZ DE MAUPASSANT (uno)


El yate cabecea blandamente en las aguas del Sena. Algunos charcos de lluvia verdean en la cubierta. El abandono se hace visible en los jirones de tela que cuelgan de las velas mal recogidas, en el óxido que cubre los aparejos y la blanda putrefacción de la madera. Sobre el casco se desconcha la pintura de un nombre blanqueado por el sol: Bel Ami.

Es el año 1893. Mientras su barco naufraga lentamente, Maupassant, entre visiones y delirios, agoniza en el hospital parisino del Dr. Blanche. Tiene 43 años y desde hace meses se encuentra ingresado a causa de los estragos que la neurosífilis ha provocado en su cerebro.
[Tumbado en la cama, camina a buen paso bajo la bóveda de un bosque de hayas; frente a él, a lo lejos, una mancha de sol se deposita sobre un parche de piel desnuda que yace en el suelo despejado del bosque; es un cuerpo pequeño; la cara tapada por un pañuelo blanco. Escucha una voz amenazante sobre el rumor de un río cercano...]

Maupassant dio a su barco el nombre de la novela que le otorgó fama y dinero, en un gesto de homenaje a su propia obra. Pocas cosas tan de su gusto que los galantes paseos en barca por el Sena: dejarse llevar por la perezosa corriente, recoger flores de las riberas y desflorar escotadas damas entre los arbustos.

De la mano de Flaubert, su mentor literario, alcanzó Maupassant las faldas del Olimpo de las letras francesas.
Aunque su posteridad literaria parece ligada a la obra narrativa breve ("Bola de sebo", "El Horla", "La Pequeña Roque"...) Guy de Maupassant dejó escritas novelas notables: “Una vida”, Monte Oriol”, “Fuerte como la muerte”... Entre éstas sin duda destaca “Bel Ami” (1885): una fascinante historia tejida en torno al arribismo y la mentira social, una novela impregnada de sensualidad e ironía, que transita los caminos de la ambición y la lujuria.

No pretendo descubrir la obra del autor francés a tan leída audiencia: es esta una novela consagrada por el tiempo y la crítica. Pero entre los muchos hallazgos placenteros que me ha deparado su lectura, señalaré sólo uno: Maupassant escribía con la nariz.

L Malacara

...continuara en ]K[-4....


6 comentarios:

Anónimo dijo...

Diantre Malacara. Puede creerme si le confieso que llevo unos meses intentando dar forma a un ensayito mendicante sobre su admirado escritor. ¿Piensa Vd con mis pensamientos? ¿Recuerda con mi memoria? Temo haber contraido el mal de Montano, ay!
Pues sí, Maupassant lo pasó verdadermente mal. Sus últimos meses de vida fueron un verdadero infierno para el buey normando. Hoy se acepta que fue la fáustica espiroqueta la que minó definitivamente su mente, su salud. Aunque muchos aceptan que las drogas (láudano, éter, morfina), un sustrato o predisposición a la esquizofrénia (su hermano, su tío el amigo de Flaubert) y una madre neurótica peligrosa (que dicen que intentó estrangularse con sus cabellos en presencia de su nuera), todos estos factores no le facilitaron que digamos las cosas.
La crónica de sus últimos dias, con un testimonio de primera mano de su mayordomo, es terrorifica, pero también conmovedora. Los dolores neuríticos invalidantes, convulsiones, cefaleas espantosas, pérdidas de visión. Las alucinaciones, los delirios maníacos ("me he pegado un tiro en la sien y me sobrevivo, soy invulnerable"). Impresionante la autoscopia (puede verse él mismo andando por a habitación), que aparece en alguno de sus cuentos. Aunque el Horla ("Hors de là", fuera de sí) se bebía la leche algunos años antes de que su enfermedad se manifestara.
Conmovedora su resistencia a aceptar ciertos tratamientos, como la ducha de Charcot, no por humillante, si no por estar convencido de que no le podría derribar, con lo que no surtiría efecto en su caso.
Pero la más sobrecogedora de sus hazañas fue plantar un arbolito en su jardin y exclamar a continuación: "encontraremos, el año que viene, dos pequeños Maupassant".
Creo conocer la anecdota de la nariz (otros hablan de la lengua), pero quiero que sea Vd el que la cuente.
Por cierto, ¿Sabe Vd algo de la misteriosa dama del vestido gris perla y cintura dorada que le visitaba en uno de los últimos sanatorios en las que quemó sus últimos meses de vida?
Me necanta, me encanta.

Anónimo dijo...

Yo reconozco que me he quedado parado en las obras cortas de Maupassant; las ya citadas El Horla y Bola de Sebo son simplemente geniales.

Entradas tan incisivas y tan sumamente clarificadoras como esta, que se ocupan genialmente de los detalles periféricos, harán que me anime a enfrentar las novelas.

PS: Un detalle sobre los aspectos periféricos: dada una calidad objetiva mínima, generalista y generalizadora, son los detalles los que imprimen el marchamo de obra maestra a los libros que leemos. Suena a sentencia; mas es opinión.

Anónimo dijo...

¿Debo decir que la cosa va de narices francesas? el país del parfum y del savoir faire sólo podría dar a Cyranos, a Picassos cuyos límites se desconocen y a personajes que dan naúsea (a Sartre le encantaría malacara)pero ¿Qué tiene el alma atormentada que tanto nos gusta? ese toque de narices simplemente. Apetece sumergirse un poco en estos malos olores:)The lizard
PS. Sip, Picasso era español aunque haya pasado por francés para el resto del mundo.....

Anónimo dijo...

Probablemente ese aura de misterio, complejidad, oscurantismo...
Deseando descubrir Bel Ami. Estupenda presentación, Malacara. Dan ganas de embarcarse en las obras del francés, desde las menos hasta las más conocidas.

Anónimo dijo...

... que las maticoras usan el rabo de las lagartijas para quitarse el sarro de los dientes?

Anónimo dijo...

Aprovechando esta invitación a un viaje en barca por las orillas del Sena con todos los sentidos desbordados, quiero felicitar al equipo por tan soberbia maquetación.
Nos hemos enganchado con ligereza, sin detenernos apenas en apreciar tan inestimable trasbordador, sedientos de estímulos.

Es un placer contar con este "hayedo"