16 de octubre de 2007

La Noche en Blanco


Emm había leído sobre esta iniciativa europea anteriormente, una tarde lluviosa y muy otoñal en el Village, su barrio por excelencia. Tenía que viajar a Europa, a España, para el Hay Festival, festival literario que había llegado a sus oídos por una lectura del Harpers Bazaar inglés donde siempre encontraba información pertinente sobre la cultura y el arte. Dadas las características de su trabajo, fotógrafa freelance, podía decidir qué hacer y cómo cumplir sus plazos de entrega a revistas – Vanity Fair, Esquire, Vogue, The New Yorker- en relativa libertad.

Cuando llegó a Madrid, con un jet lag insoportable, descubrió que algo en la ciudad que ella recordaba más sucia, más caótica y más inhumana, había cambiado. Siempre había sentido fascinación por el viejo continente y por sus gentes, tan distintas de sus compatriotas americanos aunque no neoyorquinos (los cuales habían optado por imitar la actitud de sus viejos ancestros, sabedores de una mejor forma de vida que el “American way of life” que tanto preconizaban esos naive Americans del imaginario europeo).

Descansó todo el día en el hotel, y cámara en ristre, se dispuso a recorrer la capital para captar esos trocitos de realidad que endorsarían su artículo posterior. Empezó por la Plaza de Oriente, lugar privilegiado por su belleza y por su enclave, donde unos japoneses se disponían a tocar música ancestral de su país. La primera sorpresa fue ver el tumulto de gente, no pensaba que el arte contemporáneo diera para tal seguimiento masivo en una noche por lo demás lluviosa, y oh my goodness!!!, la música no se oía en absoluto puesto que no funcionaban los amplificadores. Se quedó mirando aquel músico, que tocaba a sabiendas de que lo hacía para él, puesto que su sonido se perdía sin posibilidad de compartirlo. Entonces cedió el testigo a la Plaza de los Ramales (justo a la vuelta de la esquina) en la cuál, un grupo de Jazz Swing tenía que deleitarnos con unos cuantos acordes y desacordes ......no había nadie, una actividad programada vacía...en fin, supuso que por inclemencias del “weather” no se podía haber llevado a cabo. Siguió su camino hasta la Plaza de la Villa, que contaba con una exhibition “muy reveladora” que consistía en 360 sillas plegables de camping para coger la que se quisiera y sentarse. Aquello era el show, recordó a los viejos de su pueblo contando milongas veraniegas pero empezaba ya a cuestionar la futilidad o imbecilidad muchas veces aceptadas del arte vanguardista.....al menos podían haber sido 365 sillas como los días del año, I do not really know . Quiso ir después al Palacio Real a ver una exposición de Tiziano, la queue llegaba hasta el puente de Segovia, una pena porque no se podía permitir el lujo de perder tanto tiempo.......un poco desalentada y habiendo tomado muy pocas fotos, bajó por los jardines de Sabatini que tenía nuevos huéspedes en forma de chatarras androides, círculos de hierro viejo, símbolos del dólar y el euro dentro de un nuevo círculo y una metamorfosis, en forma de color a modo de tótem primitivo y desde luego, muy espectacular . Aquí empezó a visualizar un arte con el que podía deleitarse por su espectacularidad que paliaba la falta de belleza.........sus pies la llevaron a la Plaza de España, el edificio España iluminado con luces de distintos colores que bailaban con una armonía y una suavidad incomprensibles en una mole de cemento nada romántica, la hizo reflexionar sobre la necesidad de tener más noches en blanco. AHHHH Las mejores fotos las sacó de una idea en el Centro Conde-Duque que consistía en aprovechar la energía de unos jóvenes que no dejaban de pedalear para poner en marcha una discoteca con sus luces de neón, su música y todos sus complementos....vaya, quizá podría venderse como realmente ecológico los Gym-Discos, que esa energía sirviera para ahorrar y para hacer que otros se lo pasaran bien... ¿Divertida? ¿Sobrevalorada? ¿Mal organizada? ¿Todo vale en el arte actual? ¿Desde Warhol los pilares de excelencia, de búsqueda incansable, de belleza se vinieron abajo? ¿Una forma de progreso o de querer abrir las puertas a lo que podemos concebir como arte en su definición per se “Manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”, pero que no nos hace soñar, ni causar admiración, ni buscar algo trascendente, ni elevar el espíritu para intentar al menos ser mejores..?.

Emm no pudo menos que pensar que la vulgarización llega a todas partes y además en forma de arte consagrado. Tuvo suerte de poder acercarse a ver a Picasso y especular con su baile personal sobre las realidades más puramente humanas, la muerte, el dolor....las pérdidas por ese camino vital que para algunos se convierte en un juego perverso...

Sara Sánchez


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Recientemente he tenido el gusto de volver a pasear por París, ciudad abierta por excelencia.
De nuevo, como en anteriores ocasiones, la luz y la elegancia han vuelto a enredarse con exposiciones de arte alternativo en escenarios majestuosos.
En el jardín de las Tullerías, junto a hermosas estatuas clásicas que retan al equilibrio, entre castaños de indias y tilos, se mezclaban extraños artefactos provocadores que invitaban a la sorpresa y la sonrisa.
Una dicotomía -sobriedad/equilibrio junto a la disonancia, impostura y paradoja- asociada con acierto, dispuesta para el juego.

Hace muchos años, en el primer contacto con París, se exhibían las figuras convexas de Botero a lo largo de los Campos Elíseos.
Los paseantes se topaban con estatuas rechonchas de chocolate como envidados en un juego imprevisto. Una diversión estimulante.
El tráfico incesante se topaba con un gran tórax de cacao -era llamativo y apetitoso el color marrón oscuro de las esculturas- en la rotonda del Grand Palais.

Hace muy pocos días, próxima a una de las entradas a la Plaza del Louvre, una valla amarilla de señalización circundaba un socavón extraño rodeado de herramientas sueltas en disposición azarosa.
Un cartel indicaba las obras de acceso al Centro de la Tierra. Ruidos de domolición y ruidos de taladradoras se producían en una alternancia caballerosa.
Apariencia perfecta. El viandante circulaba aceptando los incovenientes de una obra de tal calibre.
Sólo la calma y la mirada de algunos que habían leído el cartel permitía un registro en clave de sonrisa ante semejante órdago.

Es esta relación antitética, estimulante, provocadora la que quiero remarcar con mi comentario.

Anónimo dijo...

Yo no me creo que vaya al Centro de la Tierra. Como mucho al Centro Conde Duque.
Yo pienso mas bien que sólo llega a Nantes. Y luego, más allá o más acá, cuando alcanza al jardín de Sabatini, se bifurca. No hay perdida, a no ser que llueva.
El juego siempre es perverso.