27 de agosto de 2007

El espesor del nombre propio


Los nombres propios nos enredan. Nos dirigen hacia confusos escenarios decorados con los artilugios y oropeles que se almacenan en la memoria. Impresiones difuminadas: trazas de lecturas, viejas imágenes, territorios de la experiencia o del sueño. Rastros traslúcidos depositados en la palabra.

Y es así desde el paladar de su fonética, que nos devuelve el sabor de lo olvidado: especias perdidas, templos en flor o el humo cátaro de las hogueras: Marrakech, Kyoto, Montségur. El sonido contiene y evoca esos vestigios.

Nombres propios que nos condenan a la decepción al visitar los lugares que significan.
El fantasma será siempre más luminoso y evocador que el personaje que lo habitó en vida. Carga fantasmática que otorga al nombre propio su valencia química, su nube eléctrica. Como el título irresistible de una novela que a buen seguro nos defraudará una vez agotadas sus últimas páginas.
Lo señaló Barthes a propósito de Aziyadé, novela de Pierre Loti: “...del significante -suntuoso- al significado –irrisorio- toda una decepción”.

La decepción implica un proceso de desencanto.
La palabra porta el encantamiento del nombre propio: es signo que supera en belleza y magnitud al lugar al que remite, a la novela que titula. Porque su densidad se construye con las mimbres de lo imaginario (quizás polvoriento y oxidado, pero a fin de cuentas hecho a medida).

Es ese ir y venir desde el encantamiento al viaje, del título al desencanto, lo que quizás permita un descubrimiento que nos situé más allá de la propia piel y otorgue un sentido a la decepción.
Atravesar el denso espesor del nombre propio.

L. Malacara

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] Ќ [ - dos

a partir del 4 de septiembre de 2007:

1. Moloch o el Mar irlandés [Fuegofatuo]
2. La última película sobre un asesino en serie [Cesar V]


Invirtiendo una cita de Jung, podría decir que todo aquello que nos irrita de los demás puede llevar a entendernos a nosotros mismos.
(L Malacara)

21 comentarios:

Anónimo dijo...

Te felicito por tu acertadísima elección del fotomontaje dendrítico.

Anónimo dijo...

En el viaje ¿es necesario confrontar los contenidos con nuestras expectativas para saber si ha sido satisfactorio? ¿Viajamos con la misma disposición de ánimo o espiritu entomológico a Florencia y a Dachau? ¿Por qué nos gusta visitar el lager, la mazmorra, lsa sentinas? En Florencia, ¿nos estimulamos igual con el David, Lorenzo el Magnífico y Savonarola? ¿Qué intensidad de contrapuntos estamos buscando o dispuestos a aceptar en un viaje? Honestamente, ¿quién no ha buscado satisfacer sentidos y sensibilidades a la vez que un grado placentero y lúcido de decepción?

Anónimo dijo...

Reivindico esas horas que matan a golpe de por qué el corazón de la felicidad. Ne me quitte pas.

Anónimo dijo...

El nombre evoca tanto el contenido real como el imaginario o fantasmagórico, a partes iguales. Si nuestra percepción se corresponde equitativamente con nuestras expectativas, no veo posible paso para la decepción. Ni impedimento alguno para disfrutar de las texturas que nos ofrece.
Si la balanza se inclina del lado ilusorio es porque incrementamos la densidad del nombre al ahondar consciente o inconscientemente en el lirismo que éste encierra. Acción que por otro lado conlleva cierta suerte de placer meláncolico, nostálgico, de dulce pérdida. Al final quedan los cimientos del nombre, sus ruinas. Contemplación que merece más bien una mirada entre el espanto y la ternura (como escribió un poeta en cierta canción), más comprensiva que decepcionante.

Anónimo dijo...

Nombrar como acto de invocar o aniquiliar.
Abstraerse en el sueño y la memoria en un acto de rebelión frente a lo real, contra la definición opresiva y vacua.
La memoria expande, enriquece, atrae formas caleidóscopicas volátiles: luz, olor, sabor, sombras...
El sueño libera, individualiza la imagen asociada al nombre. Convoca fantasmas matizados en el deseo y en las probabilidades -casi- infinitas.
Realidad, finitud, decepción, aniquilación tal vez -Cioran sacude su melancólica transpiración-.

Anónimo dijo...

Nombrar es invocar. Pero no es necesariamente un acto relacionado con la memoria o el sueño. Quizás con el deseo.
Recordad que para Mr. Ripley las cosas eran más gratas al experimentarlas de antemano que cuando se convertian en realidad, es decir que al nominarlas, darles las credenciales. Son estrategias de camaleón.

Rebis Dos Mil Siete dijo...

Demasiados nombres propios, a veces sobrecargados de mayúsculas y cursivas. La ilusión de los nombres propios va perdiendo su capacidad de fascinación, de erotización, de narcotización. Es una ilusión demasiado usada, manoseada una y otra vez hasta transformarse en algo cotidiano y sentimental. Los nombres propios pierden su poder y mueren entre gestos teatrales. Quizás el silencio que los sustituye pueda enseñar algo.

Anónimo dijo...

Los nombres propios como nudos, como nidos enramados, como la confluencia de circuitos y dendritas en el cerebro.
Más allá del manoseo, no podemos sustraernos al efecto almacén u osario de los nombres propios ("los cimientos del nombre, sus ruinas"), imantados de nuestras percepciones, deseos y sueños (y sus "probabilidades casi infinitas").

[Uffff que nivel...]

Anónimo dijo...

El regusto agridulce y camastrón de la incertidumbre. No queremos comprender. Estamos mejor así. Nombrar, clasificar, percibir, sentir, describir. ¡Qué tranquilidad! Para entender hay que definir, definir, definir.

Anónimo dijo...

Why is it that we are so linked to our culture and mother tongue? Timbuktu or Tombuctú, capital names are not even equivalent among different languages, dear doctor, are even the maps of our mind the same whether we think in one language or another? why is it that we recall varied thoughts about common places according to the particular map of the world we do have? A good exercise is to try to use another language to break that dissapointment or to discover another reality.......The lizard

Anónimo dijo...

Acertadas y excelentes aportaciones-comentarios. Clarificadoras y prístinas en la formulación y no menos incisivas en los elementos relevantes. El lenguaje al servicio del genio, de la luz de la inteligencia más excelsa. Cuántas fuentes de las que beber y tanta ignorancia que ahogar. El castellano parecía no ser suficiente para traducir el saber primigenio y hemos tenido que recurrir a otros códigos que puedan aproximarnos siquiera mínimamente al conocimiento iniciático y transtemporal.

Anónimo dijo...

Sr. Koko (y su rumbosa jaca Paka):

indiscutiblemente, el lenguaje puede ponerse al servicio de la vanidad del escribiente; es tambien cierto que esa vanidad puede enturbiarlo hasta el punto de hacerlo incomprensible. Pero también es verdad que no todo puede ser dicho con los códigos coloquiales ni con el lenguaje cotidiano(la poesía, la filosofía, la mátemática...). Incluso el ejercicio de repensar lo pensado a través de otra lengua distinta de la materna es un ejercicio interesante (para aquel que tenga la posibilidad de hacerlo).

En todo caso, le remito a la magnífica colección de DVDs de "Barrio Sesamo" para aclarar otras potenciales dudas y le sugiero un repaso a la cita reciclada de Jung.

Siempre suyo (póngame a los pies de su jaka)

Anónimo dijo...

Inapareciable su aportación o la de Young para ayudarme en el propio entendimiento. Vaya mi agradecimiento por delante. Es una suerte que siempre haya guías que nos conduzcan a través de la oscuridad.
Entre eso que vd. llama lenguaje coloquial o cotidiano y "otras cosas", existen formas intermedias que no dudo que vd. conoce. Hay poesía que se entiende y poesía que no se entiende; y lo mismo ocurre con las matematicas y la filosofía. No pondré ejemplos pues estoy seguro que vd.los tiene en mente y los elegiría mejor que yo.
De cualquier manera,los clubes siempre fueron restrictivos en sus admisiones; se trataba y se trata de blindar islas (sociales o intelectuales)para que sus miembros encuentren un lugar libre de contaminación. Y ante esto, siempre queda la opción bien de quedarse fuera, bien de marcharse si es que alguna vez te admitieron. No se le escapará a su fino ingenio, el simil entre el cerrojo de la puerta del club y determinadas formas de lenguaje.
Por último, ya que estamos con citas, no puedo evitar obsequiarle con una de Ernesto Sábato:
"Un buen escritor expresa grandes cosas con pequeñas palabras; a la inversa del mal escritor, que dice cosas insignificantes con palabras grandiosas".


Póngame a los pies de su genio.

Anónimo dijo...

Estimada Sra Paka:
completamente de acuerdo en la mayor parte de los contenidos de su comentario (no tanto en el tono, un pelín virado hacia el color bilioso). Cierto: El lenguaje y sus cerrojos pueden ser instrumentos del poder intelectual, de los clubes exclusivistas (generalmente académicos). Pero estirar los músculos del lenguaje es un sano ejercicio.
Donde no la sigo es cuando dice que "Hay poesía que se entiende y poesía que no se entiende". No creo que todos los textos literarios tengan que medirse por el mismo rasero que las instrucciones de un lavavajillas (memos aun la poesía). Imagino que la comprensión inmediata es un valor en alza en la cultura de la prisa; no están los tiempos para segundas lecturas.

Agradezco su obsequio sabatino: lástima que la longitud de las novelas de Sábato no iguale a la de sus citas.

Beso sus herraduras que espero sigan cabalgando por estos páramos.

Anónimo dijo...

Bueno, este tono empieza a gustarme más. Le seguiré el hilo de la poesía aunque sé que parto en clara desventaja. Pero esto no es más que una inocente liz bloguera, ¿no?; ni siquiera a primera sangre, asi que por qué no. ¿Joan Margarit pertenece a la cultura de la prisa, Sr. Malacara? No creo que vd. lo piense así. ¿Todas las novelas de Sábato son mamotretos? ("El tunel", 165 pp. en Cátedra). Cite vuestra merced otros ejemplos que contradigan su argumentación, no dudo que los conoce sobradamente. Me sorprende esta falta de finura y contundencia en sus envites. Abre mucho la guardia Sr. Malatesta. Propone estocadas fáciles a una rumbosa jaka. ¿Habrá truco? No me decepcione querido amigo, empléese a fondo. Puede hacerlo mucho mejor. ¿O será que pone su acero al servicio de causas mercenarias y eso le resta pasión?
Un placer caballero.

Anónimo dijo...

Mis queridas langostas,
A mi edad provecta (que no caduca) es un placer presenciar desde las catacumbas este juego de mandobles estético-punzantes (estamos en que solo a primera sangre).
Como soy menos obsequisoso que Malacara, quien acostumbra a estar de acuerdo con la mayor parte del aceite que le arrojan a la cara, tengo que clarificar ciertas cosas a Koko y su jaka:
1. Los clubes exclusivos son execrables por el hecho de ser exclusivos; en el nuestro lo decidirá nuestra humanizada quimera, que bien sé que deglutirá por igual a todas sus larvas. Al final.
2. La poesía tiene sus marcos referenciales y sus códigos externos, que cada cual escogerá; no hay poesía inteligible y otra que no; puede merecer la pena hacer el esfuerzo por enterderla, o creer entenderla. O no.
3. El viejo y genial ciego suscribirá, con seguridad, que el buen escritor es aquel que expresa cosas grandes con palabras adecuadas (grandes, pequeñas) bien o malintencionadas.
Apadrine una palabra rara.

Anónimo dijo...

Vaya, así que al Sr.Malacara le ha salido un adalid. Alguien que luche por él en el campo del honor; aunque no sea ni siquiera a primera sangre -hay que releer señor Abaddon-. Estoy completamente de acuerdo con el venerable Abaddon. ¿Podría ser de otra forma? Pero es que esto es un campo de liza caballero. Si todos adoptamos posturas intermedias -que es donde reside la certeza- pues mejor nos dedicamos a jugar al cinquillo. Si pretendo divertirme,debo adoptar posiciones extremas -inexactas sin la menor duda- y lanzarme a la carrera para embestir contra el defensor del argumento diferente. Otra forma sería avanzar al paso hasta el centro del campo y entrechocar nuestras lanzas con un clon, clon anodino e insípido.
No es el suyo un argumento propio para alguien que se autodenomina "El Destructor". No debería ser la ponderación una cualidad con la que se adorne. Divirtámonos mi querido y venerable Abaddón.

Anónimo dijo...

Estimado Sr Koko:
yo le creía un discreto y sobrio sheriff, pero ha resultado ser un pendenciero espadachín de serie B. A sus escenas de ampulosos gestos, oropeles y aspavientos (al igual que a sus afirmaciones) les falta cierta profundidad de campo. Los desmañados estoques hacen temblar la tela despintada del escenario y el utillaje de cartón piedra amenaza venirse abajo. Tenga cuidado, podría sacarse un ojo con la punta roma de su espada.
Me resultan más literarios los duelos a pistolón y 25 pasos en la fría madrugada de Boulogne.

Sus lecturas siguen siendo apresuradas: Abaddón no era el "destructor", como vd afirma, sino el "exterminador". Procure hacer memoria. Mi edición (Seix Barral) tiene 476 páginas (no es por cierto un libro breve) y adjunta glosario de términos dudosos o giros idiomáticos. No es un texto trasparente (¿recuerda las conversaciones sobre Marx, Hegel et al?; ¿las disquisiciones sobre teoría literaria de Quique? ¿los aspectos metaliterarios de la novela?). No es literatura "popular".
Y mi edición "Sobre Héroes y Tumbas" alcanza las 551 páginas. Otra novela breve.

La ponderación que vd desdeña es atributo del prudente (aunque aburra); con sus prisas sheriff podría lastimarse un tobillo.
No dude en tenerme a su lado cuando la ocasión lo merezca.

Nos esperán más arriba.

Anónimo dijo...

Algunas consideraciones:
Primera: cuando su seguro servidor mencionaba Abaddon no pensaba en la obra de Sábato, sino en un significado particular del término: "El Destructor en el libro de las Revelaciones, es el angel o estrella del abismo sin fondo que encadena a Satan por mil años. Se dice que fue el angel invocado por Moises para que enviara la terribles lluvias que arrasaron Egipto En muchos libros apocrifos, Abaddon es considerado una entidad demoniaca, como el Angel ...". Os sigo viendo apresurado e impulsivo en vuestros argumentos.
Segunda: cito la obra "El tunel" (relea), que si se digna a consultar verá que no llega a las 200 pp. sea cual sea la edición (yo menciono la de Cátedra para no fatigarle en la comprobación).

La prudencia es una de las virtudes no sé si platónicas o teologales (no, de estas no, seguro) pero tremendamente aburrida en un espacio como este. Para haber llegado hasta aquí más o menos indemne (edad no provecta aunque sí madura) tanto vd. como yo hemos tenido que mostrarnos morigerados y cautos en más ocasiones de las que nos gustaría recordar. Déjeme (ya se que me deja, no es más que retórica) ser impulsivo al menos en el espacio virtual. Me cansa la medida y la ponderación en el hacer y en el decir. Es una ligereza, lo sé, pero se trata de disfrutar con lo imperfecto, lo quebradizo, lo inconsistente...; se trata de equilibrar el sistema. Es la vida en la frontera.

Anónimo dijo...

"Porque no hay una felicidad absoluta, pensaba. Apenas se nos da en fugaces y frágiles momentos y el arte es una manera de eternizar (de querer eternizar) esos instantes de amor o de éxtasis; y porque todas nuestras esperanzas se convierten tarde o temprano en torpes realidades; porque todos somos frustrados de alguna manera, y si triunfamos en algo fracasamos en otra cosa, por ser la frustración el inevitable destino de todo ser que ha nacido para morir."

Anónimo dijo...

Magnífico final querido Abaddon, para este primer tanteo. Me gustan los cierres redondos y éste lo ha sido. Excelente.